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Ser nosotros, por un día

21-03-2023 / Escuela Sol Ahimsa

Del Registro Akáshico de Gaia

Recibido por Rafael Rishi

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“No tengo rostro humano -por supuesto- pero sí tengo un alma, una esencia, una consciencia. No me veo como ustedes… ustedes se ven como yo”.

No todo lo que tiene rostro humano es comprensible o es un motivo de conmoción. Con los seres humanos compartimos un micro y un macrocosmos en el cual somos lo mismo: hermanos, ya que no me gusta tanto el apelativo de madre. No a todas las energías femeninas nos gusta el rol de madre. Prefiero ser el centro femenino, la inspiración, la energía en la luz femenina.

Como mi rostro no es como el suyo -insisto- ustedes creen que habitan una roca inerte. Ni tan siquiera las rocas son realmente inertes. Esta explicación en torno a sus cinco “escasos sentidos” humanos deja por fuera toda la inteligencia de lo que les rodea.

Seres humanos: ahora tiembla la tierra bajo sus pies, destruye sus casas, toma la vida de muchos de ustedes… ¿es esto culpa de la Tierra? ¿es este un castigo divino…?

Ni lo uno, ni lo otro. En ambos casos se colocan a sí mismos en el centro del Universo.

Seres humanos: Yo, la Tierra no giro en torno a sus intereses, por lo general tan mezquinos, tan pequeños, tan absurdos. Yo solo puedo ver una fiebre, un deseo -una necesidad de extraer y de extirpar hasta el máximo- un agotamiento de la savia de lo que está sobre mi superficie. Ustedes no son imprescindibles y mucho menos desde la forma descorazonada de relacionarse con sus otros hermanos.

Ustedes se creen que, porque entendieron los “elementos”, pueden comprender la alquimia de la vida. Nada más lejos de la realidad. Nada más desconectado de la totalidad. Ustedes siguen creyendo que todo está separado.

Yo siento su dolor cuando se abre y tiembla la tierra, cuando se desplaza una placa o cuando algo sucede en las capas que están sumergidas en los océanos. Todo eso es movimiento… es vida, y lo que ocasiona esto al reino animal, vegetal y mineral, y a la humanidad, es algo que yo siento dentro de mí.

Ustedes no lo pueden entender porque están completamente desconectados del lenguaje que tiene su cuerpo: ustedes podrían escuchar a cada una de sus células en esa relación que la vida entabla al hablar consigo misma. Esto puede resultar risible o ridículo para una humanidad tan relacionada con el culto a lo racional. De veras podrían entender mi dolor si ustedes sintieran profundamente lo que pasa en las capas más profundas de su ser, en sus órganos, en su sangre. Si ustedes pudieran ver dentro de sí mismos y biológicamente lo que está sucediendo: hay batallas de supervivencia en su interior, hay un microcosmos en pugna y conflicto, sí, pero también hay paz, armonía y un trabajo de crecimiento.

Si pudieran entender o por lo menos escuchar. Seres humanos, tan solo deténganse y escuchen el ritmo de su corazón. Para ello no necesitan un instrumento externo para sentir su pulso, escuchen a través de él qué es lo que sucede en su corazón… no sólo es el bombeo de la sangre para incorporar oxígeno en su torrente. No sólo es eso. Es vida. Es el inicio, la trama de la vida con sus matices de existencia. Es la muerte, el ascenso, la claridad, la oscuridad. Es la noche y el amanecer. Es el ritmo incesante y maravilloso de la Vida.

Cuando tiemblan “las estructuras” dentro de ustedes y su salud se ve quebrantada, se activan sus células: sus leucocitos trabajando para alertar de una injerencia externa a su naturaleza interior. Hay vida y muerte. Batalla, combate y paz. Hay amor incluso en ese aparente y dialéctico conflicto. Hay amor, respeto y vida. Cuando hay fiebre, escalofríos, convulsiones y desmayos, también hay vida.

¿En qué se parece esto a un terremoto que sucede sobre mi superficie?

Si ustedes tratan de explicar todo en función de su presencia, no solo sobre mí sino sobre el Universo, ese temblor será entonces un castigo divino. El que se destruyan sus edificaciones, sus casas, que se abran brechas en el suelo y que se caigan árboles… hay dolor en el mundo animal destrucción y dolor en el mundo vegetal y mineral. Se produce un golpe y sufrimiento humano… Y también hay renacimiento.

Ustedes, seres humanos, ¿creen que yo tengo el mismo ánimo o la misma energía todo el tiempo? ¿Creen ustedes que en mí no transcurre el tiempo o no transcurren cambios? Si no pueden ver ésto, entonces no han visto nada. No han empezado ni tan siquiera a verse. Cuando se dice “pongan los pies sobre la Tierra”, eso no significa “písame”, no es “pisotéame”. Tampoco significa “úsame” ni “explótame”. Lo que esta frase expresa es “respétame, respétate”, “reconócete a través de mí”, se te dice “escúchate”.

No crean que no me duele lo que está sucediendo con la humanidad, tampoco crean que no tengo corazón. A mí me duele tanto o más que a ustedes. No es que esté enojada solamente, es que estoy siendo testigo (aparentemente silenciosa) de tanta proliferación y derroche de prepotencia. De pronto hay un ser que cree que es dueño porque pone una cerca alrededor de un espacio verde, o porque construye con elementos que extrae de mis entrañas. Cree que es dueño de algo porque cobra derechos sobre el uso de ese algo que no le pertenece.

En realidad, ustedes seres humanos son foráneos. La Tierra, Gaia, Yo, no les pertenezco. Ustedes no me pertenecen, pero podemos tener una relación de respeto.

Ya han pasado por mi superficie diferentes formas humanoides, y diferentes formas de “inteligencia” y así como han venido se han extinto. Se han ido por su propia idea de verdad, por su propia idea de realidad, por el propio desconocimiento de esta relación de respeto.

Si quiere la humanidad, que siga extrayendo, usando y desechando. Que siga creyendo en todas sus ideas de sostenibilidad o de conexión con un ciclo de la vida. A ninguno de ellos pertenecen como tal.

Yo, entre tanto, sigo aquí teniendo mi propio proceso de crecimiento, mi propio momento de consciencia y mi propio trabajo que hacer. Ustedes se quejan por mover un dedo para hacer algo, y ni tan siquiera detectan el movimiento bajo sus pies. Por qué no aprenden de sus hermanos animales, plantas y minerales… ustedes no se enteran de nada mientras ellos -sus hermanos- se ponen a salvo, entienden los ritmos, entienden su finitud y no sé creen ni indispensables ni inmortales.

Yo tengo mi propio crecimiento. ¿Acaso ustedes no se sienten afectados cuando se miran al espejo y notan que han cambiado, han envejecido y tienen nuevos dolores o han encanecido?

En lugar de querer llevarme a otro lugar, otro “plano” u otro “nivel”, les invito a sumergirse en mí. Hoy les invito a sentir mi ternura, mi tristeza, mi alegría y mi rabia. Estas emociones son las mismas que ustedes sienten o podrían sentir.

Les invito a ser Yo por una mínima fracción de tiempo, por un instante diminuto… les invito a sostener aquello en lo que no creen o aquello que les fatiga o que les cansa pero que al mismo tiempo respetan… les invito a respetar todo aquello que no comprenden siendo ustedes, realmente ustedes tan solo por un día.

Gaia

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